Quitilipi
El presagio del destino
en la boca del silencio…
Quitilipi…
Tierra de soles devoradores,
de humus pretérito y profundo.
Tierra del mito del búho y el arco,
de la arcilla transmutada en cacharro
y de la llanura hecha surco.
Quitilipi…
Tu nombre es un grito rojo en el monte,
una pluma diáfana entre los cardales,
una urdimbre infinita de sueños,
el galope certero y acerado del hacha,
el cielo inundado de estrellas en la noche,
un susurro ahogado en la madrugada,
el sudor salino trastocado en sangre,
el chillido extinto en la garganta,
un crisol de manos que se abrazan.
El aliento norte circunda tus calles
con su voz de polvo y su llanto de trueno.
Quitilipi…
El cimiento de tu gloria es la simiente,
la conjunción de los torrentes sanguíneos,
la luz indeleble de los que te pensaron,
la pujanza agónica de los que te sueñan,
la magia hipnótica de los lapachos,
la transparente blancura de los algodonales,
el rugir pétreo y encarnado del quebracho,
el derrotero inquebrantable de tus caminos,
el llanto verde y dulce de los algarrobales,
el trazo insondable de tu vértebra férrea.
La alquimia de tu tierra circula por mis venas
y se hace carne meditabunda,
anhelo refulgente.
Quitilipi…
Fragua de las alboradas inmemoriales.
Terruño del verano colosal
y la amistad hecha estandarte.
Dante Emilio Borelli